jueves, 7 de agosto de 2008

Agricultura familiar


De qué hablamos cuando hablamos de Agricultura Familiar

A diferencia de la agricultura industrial, dependiente tanto de los insumos externos, como del gran desarrollo tecnológico, la concentración económica y de tierras, la expansión monoproductista aparece como un sector social relevante en Argentina.
La importancia de este sector esta dado por la interacción de diversos factores: la seguridad y soberanía alimentaria, las prácticas productivas tendiente a la conservación del medio ambiente, el rescate de los saberes locales, la diversificación de la producción, la oferta de productos diferenciados, la retención e incorporación de mano de obra familiar evitando la migración campo-ciudad.
Es en este sector y bajo estas condiciones que se desarrolla la Agricultura Familiar, la que lleva adelante el pequeño y mediano agricultor, aquel que aún esta afianzado en su terreno, con una cultura propia.
La calificación de familiar apunta a un modo de hacer agricultura, a una manera de producir, distribuir y consumir, a un modo de generar y apropiarse el valor agregado, de transmitir valores.
Aunque se acepte que la agricultura es única, los sujetos que intervienen en ella son diferentes en su modo de concebirla y en su modo de hacerla, lo que lleva a que no sólo los resultados sean diferentes sino también el impacto que tiene en la sociedad y en el medio ambiente.
El concepto amplio de agricultura involucra aquellas actividades económicas que las personas que están en la campo llevan adelante, incluyendo el turismo, la agroindustria, las artesanías, etc.
Se puede incluir dentro de la agricultura familiar los conceptos de campesino, chacarero, colono, minifundista, productor familiar, campesinos y productores rurales sin tierra y comunidades de pueblos originarios.
Entre sus características, la agricultura familiar presenta sistemas diversificados de producción, lo que le permite tener diferentes rentabilidades a lo largo del año, asegurar el autoconsumo y reducir riesgos.
Esta diversidad productiva se debe y sostiene porque el agricultor es al mismo tiempo trabajador y emprendedor, ya que el trabajo y la gestión están unidos en la estructura familiar.
Esto hace que sea necesaria la presencia permanente de la familia en el campo o un pueblo cercano, transformando el medio geográfico, creando vínculos, proyectando sueños.
Es evidente que este modelo de desarrollo gira entorno al capital humano, la familia.
Y es a través de la familia que se debe impulsar y desarrollar redes que rescaten la participación y la organización solidaria de la comunidad. Donde se generen alternativas de desarrollo y crecimiento, el fortalecimiento de la identidad, la revalorización de lo propio y el sentido de pertenencia, posibilitando la reconstrucción de pueblos y colonias, la reproducción de las familias en condiciones dignas, el arraigo de los jóvenes como nuevos agricultores.
Cabe mencionar en este punto, el trabajo que se debe realizar en los diferentes ámbitos a escala nacional, provincial y municipal a través de acciones concretas, ya que la agricultura familiar presenta reales oportunidades para favorecer un desarrollo local sostenible.
Estas acciones deberán centrarse en la igualdad de oportunidades, aplicando políticas diferenciales que generen condiciones aptas para un desarrollo sostenible.
No sólo a favor de mejoras económicas para los agricultores, sino a su vez garantizando la continuidad de su actividad en su propio lugar, asegurando la sustentabilidad social y ambiental, el acceso al conocimiento y a la educación, a tecnologías apropiadas, fortaleciendo y revalorizando todo tipo de saberes y pautas culturales.
Pensar en un proyecto integral de desarrollo rural para la gente del campo, en “sus campos”, en condiciones dignas y bajo el concepto de equidad con la activa participación de los sectores involucrados.

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